Mi mirada: contemplación, belleza. (II)

Vivimos en un mundo que se mueve deprisa, muy deprisa. Los días siguen teniendo veinticuatro horas, pero muchas veces nos parece que nos falta tiempo para hacer o ver cosas. Estamos saturados de información que nos llega de todos lados y por multitud de canales, absorbemos pero no retenemos, nuestro cerebro se está adaptando a los nuevos tiempos pero ya nos es difícil recordar algo que hayamos aprendido, más bien, dedicamos mucho tiempo y esfuerzo en recordar dónde está almacenado aquello que vimos, leímos, escuchamos o dijimos.

Con el arte pasa lo mismo; somos multitud los creadores que gracias a las nuevas tecnologías pretendemos compartir con más o menos éxito lo que llevamos dentro, y el público no puede dedicar demasiado tiempo a algo o a alguien en especial, so pena de quedarse atrás, en estancarse, en no estar a la última. Todo ello sin contar el bagaje cultural que llevamos a nuestra espalda, con los diversos estilos en todas las ramas del arte a través de la historia. En resumen, si todo lo queremos ver, si todo lo queremos saber, sólo podremos mirarlo, sólo podremos dedicarle un mínimo espacio de nuestro tiempo, no podremos profundizar, nos será casi imposible contemplar.

Cuando decidí hacer la serie sobre Roma, viajé a aquella ciudad dos veces en el año 2008 por espacio de unas tres semanas. Lejos de dedicarme a tirar fotos de manera compulsiva, y predicando con el ejemplo de mi decisión durante el encuentro con los turistas, no hice en ese tiempo más de trescientas fotos, ¡menos de quince al día!, pero debo decir que a pesar de las largas caminatas y el peso de mi equipo al hombro, alrededor de doce kilos, disfruté como nunca de Roma, no sólo por el trabajo hecho, sino porque antes, durante y después de cada foto, pude contemplar la belleza de lo que fotografiaba. A mi me gustaría, me sentiría plenamente satisfecho, si alguien en su casa mientras lee un libro o escucha música, o cocina o lo que fuere, llegara a mirar una fotografía mía, y su yo interior decidiera dedicarle al menos unos minutos en contemplarla y que le transportase a otro lugar a otro tiempo, a un recuerdo que le hiciese conmoverse; no habría premio mejor para mí, sin duda.

Puente Fabricio, Antichita Romane. G.B. Piranesi. 1756

Ponte Fabrizio, La Antichitá Romane. Giambatista Piranesi, 1756

 

Ponte Fabrizio, homenaje a Piranesi. “Roma; momentos de solitud”. 2009

Contemplación, belleza. Este binomio es el motivo último de mi trabajo. La belleza debe ser contemplada, no mirada; diez minutos, una hora, no veinte segundos, y la contemplación sólo se dirije hacia la bello, y lo disfruta el tiempo que sea menester. Siempre pogo un ejemplo que me ocurrió en una exposición de un fotógrafo chino hace unos años. Viendo aquella exposición llegué a una fotografía en la que aparecía un joven oriental en pantalones pirata y horrible camiseta sin mangas dando un salto, a la vez que un avión parecía querer entrarle por el oido. La fotografía era cara, el autor, quien fuese, de renombre, pero yo me pregunté: ¿pondría yo esa foto en el salón de mi casa?, ¿sería capaz de mirarla alguna vez, sí, quizá la primera o hasta la segunda vez, no más seguro, durante más de diez segundos?. Decididamente no es mi caso. Quizá voy a contracorriente, de hecho lo pienso muchas veces, pero no me importa. Para mí, aquella imagen no era bella. Tendría mensaje, querría contarnos algo, pero yo no podría mirarla una segunda vez, y digo mirarla, nó contemplarla, siquiera cinco segundos. La estética de la contemplación y la contemplación estética alivian el espíritu y relajan la mente. Pero elas necesitan de una acititud apriorística: la abstración del objeto que se contempla de otro significado que no sea la puera contemplación persé. ¿Desprendimiento?, ¿desapego de la realidad?, se me podría objetar. No creo yo que sea así; simplemente mi fotografía no tiene un componente “moral”, no juzga el contenido, el objeto, sólo intenta presentarlo con su belleza intrínseca para poder ser contemplado

Belleza. Existen muchos géneros en la fotografía, pero desgraciadamente casi todos olvidan la belleza en pos del mensaje. Yo no quiero transmitir otra cosa que belleza. Hay grandísimos fotógrafos, mucho más reconocidos que yo, que nos cuentan cosas, situaciones, instantes irrepetibles, momentos únicos, discursos sociales, etc… Yo lo respeto, no soy nadie para no hacerlo, pero a mí sólo me mueve lo bello, algo que se está perdiendo, y a mí me gustaría aportar mi granito de arena, porque contemplar la belleza, lo bello,  nos acerca al UNO, cada cual que lo conciba como quiera, como diría Plotino.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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